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El plan de Grace Kelly que casi arruina Mónaco

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Silvia Vivas

El
desembarco de Grace Kelly en el principado de Mónaco no fue el cuento de hadas que la prensa rosa y el estudio de cine que financió su boda intentaron hacer creer al mundo. En el elitista mundo de la realeza, la
boda de una oscarizada rubia con el príncipe de «opereta» de Mónaco, un protectorado francés con más problemas que soluciones, no impresionaba a nadie.

Intentar dejar boquiabierto al mundo llegando a Mónaco con setenta baúles de equipaje y
una dote de millones de dólares fue, sin duda, mucho más fácil para la madre de
Carolina de Mónaco que ganarse el favoritismo de los nobles europeos. Es bien sabido que la madre de nuestra reina Sofía, la reina Federica, la detestaba tanto en público como en privado. Pero no era la única en su desprecio por la actriz, las propias mujeres Grimaldi, con la princesa Antoinette a la cabeza, le hicieron luz de gas desde el día de su compromiso.

Para ganarse el «afecto» de las altas esferas
Grace Kelly ideó una estrategia basada en lo que mejor conocía: su imagen y ganarse a la prensa. Esta campaña de marketing comenzó desde
su primer encuentro con Rainiero, fotografiado por el Paris Match, y se afianzó aún más el día de su boda, a la que acudieron 2000 periodistas frente a 600 invitados (y sólo dos royals, el Aga Khan y el rey Faruk de Egipto).

Un plan que comenzó a dar tímidos frutos un año después de aquella boda, en 1957, cuando por primera vez, la casa principesca monegasca de los Grimaldi fuera recibida por
Isabel II y los príncipes de Mónaco fueron recibidos en visita oficial por el presidente de Francia. Pero que a cambio de estas pírricas victorias Grace Kelly y toda su familia acabó convertida en «carnaza» para la prensa.

El glamour sin glamour de Mónaco en la época de Grace Kelly

El periódico Le monde definía a la perfección el
desembarco de la actriz norteamericana en abril de 1956: «El Principado no ha rehuido en gastos: 300 millones, esperando sin duda que el gasto sea rentable, que sirva al menos para revivir Mónaco y Montecarlo, muy de moda en la época de los cuellos falsos y los grandes duques, ligeramente anacrónico hoy, en la época del cortometraje y del turismo popular».

No había casa real en Europa que no supiera que Mónaco estaba en aquella época en la cuerda floja, en competencia con Niza para quedarse con el juego en la Costa Azul francesa, y que fueron los millones de la saneada cuenta corriente de
Grace Kelly y su carisma lo que el bajito y poco agraciado Rainiero buscó en la actriz hollywoodiense (y no el amor como se decía a bombo y platillo).

De hecho no fue Cary Grant quien puso en contacto a la pareja como ellos mismos proclamaban en la prensa popular para darle una pátina de glamour a su relación, sino el mucho más oscuro
Aristóteles Onassis, empeñado en convertir el principado en su patio de recreo particular.

Para poder casarse con su «príncipe azul» Grace Kelly mintió en casi todo. Afirmaba que había llegado virgen a
su matrimonio con Rainiero, ser una persona muy religiosa (católica, por supuesto) y entrevista tras entrevista dejaba claro que no le importaba dejar de ser actriz porque lo que quería ser en realidad era esposa y madre cuando la realidad es que
nada le dolió tanto como abandonar su carrera por un marido que incluso prohibió que se proyectaran sus películas en el principado.

El objetivo no era otro más que
proyectar una imagen de virtud y abnegación vestida de Lanvin para que a la nobleza del mundo le resultara cómodo posar a su lado. En esta carrera por limpiar su imagen todo valía. Desde dar conferencias en el Congreso Eucarístico de 1976 junto a la madre Teresa de Calcuta defendiendo a la familia cristiana a convertirse en la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados («Si quieres saber cómo puedes ayudarlos, no dudes en escribirme. Mi dirección está en Mónaco», llegó a decir a la prensa).

Grace Kelly y el príncipe Rainiero de Mónaco. / GETTY

A falta de invitaciones a eventos royals, la princesa Grace intentó convertir a Mónaco en una réplica de esos fastos. Si la familia real británica tenía sus picnics, ella presidía su propio concurso internacional de arreglos florales. Si las reinas europeas eran fotografiadas en la ópera, ella creaba en Mónaco la academia de danza clásica que llevaba su nombre. Si los príncipes nórdicos se visitaban entre ellos, con la excusa del desarrollo de
la Cruz Roja de Mónaco Grace Kelly ponía en marcha su propia velada exclusiva.

Grace Kelly y cómo morir de éxito

De poco o nada sirvieron sus esfuerzos si se tiene en cuenta lo que supusieron para la vida social del Gotha europeo. De hecho, la princesa de Mónaco, como baza final, intentó que el principado se convirtiera en una especie de Estoril de las monarquías depuestas, pero ni eso consiguió.

Desde el palacio de los Grimaldi la princesa Grace mantenía reuniones secretas con miembros de realezas caídas en desgracia, como
la princesa Soraya, que acudió a ella cuando fue repudiada por el Sha de Irán y no sabía dónde instalarse o
el propio rey Faruk de Egipto, que se mudó al principado cuando fue expulsado del país en el que reinaba.

Soraya acabó escogiendo Alemania como residencia tras encontrarse con su ex cuñada paseando por el paseo marítimo monegasco. Lo de Faruk fue aún peor, decidió fondear su yate, el Deo Juvante, frente a las costas de Montecarlo y convertirlo en un casino flotante para hacer la competencia al Casino monegasco y, de paso, arruinar el principado. Incluso los miembros de la realeza que veían con buenas intenciones a Grace, preferían hacerlo en secreto, como sucedía con la
reina Victoria Eugenia.

Quienes sí compraron de principio a fin la historia de la «princesa de los pobres» monegasca fue el público, ahí la publicidad resultó 100% eficaz, pero con el tiempo más que una solución
esa fama se convirtió en una condena.

Buen ejemplo de ello fue lo sucedido en junio de 1961 en Dublín. La princesa Grace y su esposo acudieron a la inauguración del Festival Internacional de Música de la ciudad irlandesa porque en él participaba la orquesta de la Ópera de Montecarlo.

Veinte mil personas rompieron el cordón policial cuando la pareja principesca salió del hotel Gresham, donde acababan de asistir a un banquete y a un baile. La estampida provocó la hospitalización de 12 personas y que Grace Kelly sufriera un
ataque de nervios y rompiera a llorar en público, algo muy poco royal.

Tras décadas de esfuerzos Grace Kelly aprendió mucho de cómo funcionaba el mundo de la realeza y el poder, pero no consiguió llenar su agenda y sus álbumes de fotos con las imágenes y contactos con los que soñaba cuando llegó a Mónaco. Para cuando conoció a
Lady Di le aconsejó a la recién llegada a los Windsor que estaba preocupada por no haber acertado con su outfit y las críticas que había suscitado esto en su esposo: «No te preocupes. ¡Se pondrá mucho peor!».

Al final, el día del funeral de Grace Kelly sólo sus más fieles acompañaron su féretro, todos ellos
«perdedores» de la realeza mundial: el Aga Khan, Farah Diva y Diana de Gales. La única cabeza coronada europea que acudió a despedirse de ella fue la
reina Beatrix de Holanda, y nadie sabe qué hacía allí.





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Cómo ha solucionado Letizia el problema del Instagram de Leonor

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Elena de los Ríos

El
octubre fantástico de la princesa Leonor, con su debut como militar, la jura de la Constitución y su 18 cumpleaños, puso sobre la mesa el tirón popular de la heredera, ya admirada por su actitud responsable, los evidentes esfuerzos que realiza por estar a la altura en la academia militar y, por qué no decirlo, un
físico de princesa de cuento de lo más canónico. Comprensible que a sus padres, Felipe y Letizia, se les caiga literalmente la baba.

Hoy sabemos que el orgullo no es lo único que Leonor suscita en sus padres. Solo hay que
escuchar a la reina Letizia hablar sobre sostenibilidad y cambio climático para advertir la influencia de su hija, ya una voz poderosa en la generación más preocupada por el planeta. Una pena que, debido a las
restricciones de comunicación que adopta Casa Real, solo podamos presuponer qué sienten y piensan los Borbón Ortiz sobre estos y otros asuntos que conciernen a todos.

La demanda de imágenes de Leonor es problemática

Pese al silencio que rodea a la princesa, la llamada ‘Leonormanía’ ha comenzado y todo apunta que va a ser
un fenómeno complicado de lidiar en un futuro inmediato. No es fácil controlar el perfil público de una mujer guapa y joven que, además, no lo tiene fácil para tomar la palabra y aclarar ciertos asuntos por su
obligación de neutralidad. Y habrá asuntos. Cada salida pública significará una lluvia de fotos virales que van a ser escrutadas, analizadas, interpretadas y resignificadas, sin que Casa Real pueda hacer mucho al respecto.

La princesa Leonor, en la última gala de entrega de los Premios Princesa de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo. /

LIMITED PICTURES

El principal problema al que se enfrenta Casa Real es el de la ‘celebritificación’ de Leonor, una mutación indeseable en ámbitos donde la autoridad no tenía tanto que ver con la fama como con otros factores (el talento, la innovación, el saber). En un mundo en el que
la popularidad suma más que otros talentos, la tentación de
buscar y cultivar ese tipo de relevancia espectacular es fuerte. Lo hacen, en cierta medida, las reinas consortes, con su constante recurso a la moda y su presencia diaria en los medios de comunicación. Otra cosa son los titulares de la Corona.

La papeleta es complicada para Casa Real, pues ninguna monarquía puede despreciar las oportunidades de ganar popularidad que le salgan al paso. De hecho,
la familia real británica no le hace ascos a casi nada: el rey Carlos ha salido en programas de televisión y cada una de sus salidas aparece en su cuenta de Instagram, lo mismo que los príncipes de Gales. No es lo que sucede en España, aunque Letizia sí ha dado pasos en este sentido, por ejemplo al
hacerse selfies con personajes populares de la televisión.

Tarde o temprano, Leonor tendrá perfil público en redes

En todo caso, Casa Real no atiende la demanda de que la familia real o, al menos,
Leonor tenga una cuenta oficial pública en Instagram. Quizá es algo que plantean más adelante, cuando la vida personal de la heredera no requiera una
protección extra por su juventud. Quizá es algo que consideran inconveniente en cualquier momento. Sin embargo, tampoco pueden ignorar el tirón popular de la futura reina. No pueden despreciar que la ciudadanía quiera saber más de Leonor.

Las fotos vestida con su uniforma militar de cadete o haciendo instrucción propulsaron la ‘leonormanía’ que hoy vivimos. (FOTO: LIMITED PICTURES)

En esta aparente parálisis, ya se están produciendo movimientos. Y son importantes, porque según han trascendido a algunos medios de comunicación, la iniciativa corresponde tanto a los reyes Felipe y Letizia como a la misma princesa Leonor. Este podía ser otro de los asuntos en los que la hija mayor de los monarcas puede estar
reorientando la perspectiva de sus padres.

Según ha publicado Monarquía Confidencial, Casa Real se ha decidido a abrir un canal de comunicación con la princesa Leonor, para que sus fans puedan hacerle llegar sus mensajes. No es ninguna maravilla, pues se trata del libro de visitas alojado en su perfil en el ‘website’ casareal.es, desde donde
se le pueden enviar mensajes. El compromiso pasa por hacérselos llegar, pero no se asegura contestación personalizada, lógicamente. Pueden ser cientos.

No cabe pensar que todas estas misivas lleguen a la princesa Leonor, por mucho que la heredera lo desee. Sin duda, personal de Casa Real filtrará cada mensaje, para que ninguno
pueda perturbar a la joven. Y, en todo caso, tampoco esta pequeña apertura al mundo responde exactamente a lo que se reclama o a la realidad actual. Esa en la que, más que recurrir a las palabras, buscamos imágenes para conectar e identificarnos.





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Por qué se casó Simoneta Gomez Acebo con una tiara de la reina Victoria Eugenia

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Elena Castelló

Fue el 12 de septiembre, de 1990, en la catedral de Palma. La novia,
Simoneta Gómez Acebo, era hija de
doña Pilar de Borbón, duquesa de Badajoz, y él,
José Miguel Fernández Sastrón, nieto del famoso empresario Pepín Fernández, y dedicado a la música. Fue la primera boda de los Borbón desde la restauración de la monarquía y despertó una enorme expectación.

Asistió toda la familia real, incluyendo a
los reyes Juan Carlos y Sofía y a
Don Juan y Doña Mercedes, condes de Barcelona, padres del Rey. Los novios se dieron el sí quiero ante 800 invitados. El tenía 31 años, ella 22 y vestía un traje de seda blanco, de falda estrecha y larga cola, escote barco y pico en la espalda, de
Gianfranco Ferré, para Dior, y lucía una espectacular
diadema de perlas y brillantes, conocida como la «Rusa», que había pertenecido a la reina María Cristina, madre de Alfonso XIII, y que la novia pidió prestada a su abuela, María de las Mercedes. Hoy es una de las favoritas de
doña Letizia. El rey Juan Carlos la recuperó para convertirla en una joya de pasar.

La novia hizo a pie el corto recorrido que separa el palacio de la Almudaina, donde se vistió, y la catedral. Lo hizo acompañada de su padre,
Luis Gómez Acebo y Duque de Estrada, vizconde la Torre. Años después, Simoneta hablaría con gran emoción de ese momento de su vida y revelaría que fue su padre, sobre todo, quien la orientó más con el vestido de novia.

Una boda feliz y con todos los Borbones en España

Miles de personas se agolparon en los alrededores de la catedral y fueron aplaudiendo a los invitados. Entre ellos estuvieron
Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal, los duques de Alba, el empresario Plácido Arango y los banqueros Juan March y Pablo Taboada o los barones Thyssen, Tita y Heini.

Tras la ceremonia tuvo lugar una sesión de fotos en el salón gótico del palacio de La Almudaina. El banquete nupcial se celebró en uno de los salones del Palacio de Congresos del Pueblo Español, ideado por
Juan Cabrera. Las mesas estaban decoradas con velas blancas y verdes. Con el estrés del momento, Cabrera sufrió un ictus y tuvo que ser hospitalizado, pero aseguró, años después, que todo había salido a la perfección.

Simoneta Gómez Acebo en la boda de Juan Carmona y Sara Verdasco. / GETTY IMAGES

La pareja tuvo tres hijos: Luis Juan, Pablo y María de las Mercedes. Pero aquel matrimonio tan celebrado no duró. Desde 2009 hacían vidas separadas y se separaron definitivamente en 2012. Pero fue un acontecimiento feliz, que reunió a
todos los Borbones en suelo español, con don Juan Carlos en el trono, y suponía también recuperar joyas de la familia, como la tiara Rusa, que lució la novia. Además, Palma era el lugar de las vacaciones para los primos Borbón, empezando por
don Felipe y las Infantas Elena y Cristina, y estaba lleno de recuerdos.

Los Borbones habían tenido que casarse en el exilio, desde Roma a Estoril. Los hijos de
Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg se casaron, tras la proclamación de la República: Alfonso se casó, por primera vez, en 1933, con una joven cubana, Edelmira Sampedro Robato, en la parroquia del Sagrado Corazón de Lausana, Suiza, lo que le apartó del trono.

Jaime, sordomudo, se casó, en 1935, con Emanuela de Dampierre,​​ hija de un noble francés; Beatriz, también lo hizo en 1935, con Alejandro de Torlonia, príncipe de Civitella Cesi, y Juan, padre de don Juan Carlos, el 12 de octubre de ese mismo año, con
María de las Mercedes de Borbón y Orléans.

María Cristina, contrajo matrimonio en 1940, con el conde Marone Cinzano, también en Roma. El infante Gonzalo, el menor de todos los hermanos, murió con solo 20 años, en 1934, por las complicaciones de un accidente de automóvil en Austria, porque era hemofílico. Por su parte
doña Pilar y doña Margarita se casaron en Estoril.





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Así ha sido el funeral de Concha Velasco: todos los familiares y amigos que han ido a darle el último adiós

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El funeral de Concha Velasco ha tenido lugar en Valladolid, su tierra natal, y a él se han acercado diferentes personalidades.



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