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El ataque brutal a Sonsoles Ónega: la defiende Letizia y un prestigioso catedrático de Literatura

Todo el mundo ha visto ya el vídeo de la aparición sorpresa de la reina Letizia en el centro de El Corte Inglés donde
su buena amiga Sonsoles Ónega firmaba ejemplares de su novela, ‘Las hijas de la criada’, ganadora del último Premio Planeta. Fue un shock para todos, pero sobre todo para la presentadora, víctima aquel mismo día de uno de los
ataques más furibundos publicados en prensa en los últimos años.
Antes de que Letizia saliera de Zarzuela en misión de socorro, medio mundo había leído ya la crítica que el
catedrático de literatura Jordi Gracia le había hecho a
la novela de Ónega. Se viralizó por su crueldad y, también, porque desafortunadamente puede hallarse cierto placer al comprobar cómo los ricos y famosos son, para variar, heridos. En este caso, incluso destruidos. La crítica de Gracia es demoledora. Niega cualquier tipo de talento para la escritura a la presentadora.
No vamos a repetir ninguna de las crueles líneas con las que el catedrático Gracia se despacha contra la presentadora. Digamos, para empezar, que la profesión de
presentadora de televisión en el ‘prime time’ de la mañana la sitúa, así de primeras, en un territorio especialmente despreciable para los defensores de la alta cultura. Pocas cosas se tienen por más
viles y nocivas que la televisión hecha por y para mujeres.
Pudimos comprobarlo a raíz del
fallecimiento de María Teresa Campos. Aunque las voces que alabaron sus innovaciones en el ‘infotainment’ y consignaron sus éxitos pudieron imponerse en el balance final de su vida, hubo colegas de profesión y escritores de prestigio que
ironizaban sobre la importancia que se le había dado a su trabajo en las crónicas postreras. «¿Acaso todo el mundo había ignorado en vida a una periodista de trayectoria histórica?», venían a decir.
La alta cultura no soporta ni entiende la televisión
En general, el mundo de la cultura mira de reojo a la televisión, aunque los mejores textos que pueden leerse cualquier día en el periódico sean las críticas que se le dedica. Por lo general, se entiende que el entretenimiento es frívolo, vacío o dañino y que
su público está compuesto por mujeres poco instruidas que no pueden aspirar a mejor pasatiempo. Se ignora que es un espacio político de primer orden, por ejemplo, o que configura lo que millones de personas van a desear al día siguiente, sea una panificadora, una pareja abierta o unos labios nuevos.
Hace años que
el Premio Planeta quiere dirigirse a ese público tan estereotipado por el mundo de la alta cultura. ¿Acaso existe alguna indignidad en premiar historias confeccionadas para él? Ninguna, aunque muchos escritores ‘con oficio’ y críticos se duelan de que el abultado premio económico no vaya a parar a las manos de algún amigo o protegido, sino a las
de una intrusa. Peor: de una presentadora de la tele.
La crueldad de la crítica del catedrático Gracia era innecesaria: cualquier lectora avezada sabe exactamente qué va a leer cuando coge cualquier Premio Planeta reciente. El
ensañamiento con Ónega parece contar algo más que una pataleta por una historia que no ha interesado o que se ha contado mal. ¿Acaso se han publicado
críticas feroces cuando el mal libro lo firma un amigo, un escritor del sello editorial amigo o un autor reputado al que se le acaba la gasolina literaria? En esos casos, la sinceridad casi siempre la aplaca el afecto, el interés o la compasión por el creador.
La crítica a Sonsoles es propia de un matón
Alberto Santamaría, poeta, filósofo y profesor de Teoría del Arte en la Universidad de Salamanca, se ha atrevido a decir en Twitter lo que Letizia y muchas más personas sentimos al leer la crítica del catedrático Gracia al libro de Sonsoles Ónega. «Creo, aunque a nadie le importe, que la crítica de Jordi Gracia a Sonsoles Ónega, a pesar de la razón que pueda tener,
es un ejercicio de matón y chulo de colegio porque ¿cuántos bodrios han publicado excelsos nombres de la literatura actual y la crítica ha sido su lamebotas oficial? Muchos».
Lo que señala este experto es que la crítica de Jordi Gracia a Sonsoles Ónega fue un ataque desproporcionado e inmerecido a una mujer que no se las da de intelectual ni tiene ínfulas de literata: se limita a tratar de entretener. Jordi Gracia, a pesar de su exquisitez intelectual,
se ensañó con la más débil. Lógico que la reina Letizia besara y abrazara a Sonsoles como si fuera una niña. Mientras le apartaba su intocable flequillo para mirarla a los ojos, muchas pensábamos:
qué reina, Letizia.
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Cómo ha solucionado Letizia el problema del Instagram de Leonor

El
octubre fantástico de la princesa Leonor, con su debut como militar, la jura de la Constitución y su 18 cumpleaños, puso sobre la mesa el tirón popular de la heredera, ya admirada por su actitud responsable, los evidentes esfuerzos que realiza por estar a la altura en la academia militar y, por qué no decirlo, un
físico de princesa de cuento de lo más canónico. Comprensible que a sus padres, Felipe y Letizia, se les caiga literalmente la baba.
Hoy sabemos que el orgullo no es lo único que Leonor suscita en sus padres. Solo hay que
escuchar a la reina Letizia hablar sobre sostenibilidad y cambio climático para advertir la influencia de su hija, ya una voz poderosa en la generación más preocupada por el planeta. Una pena que, debido a las
restricciones de comunicación que adopta Casa Real, solo podamos presuponer qué sienten y piensan los Borbón Ortiz sobre estos y otros asuntos que conciernen a todos.
La demanda de imágenes de Leonor es problemática
Pese al silencio que rodea a la princesa, la llamada ‘Leonormanía’ ha comenzado y todo apunta que va a ser
un fenómeno complicado de lidiar en un futuro inmediato. No es fácil controlar el perfil público de una mujer guapa y joven que, además, no lo tiene fácil para tomar la palabra y aclarar ciertos asuntos por su
obligación de neutralidad. Y habrá asuntos. Cada salida pública significará una lluvia de fotos virales que van a ser escrutadas, analizadas, interpretadas y resignificadas, sin que Casa Real pueda hacer mucho al respecto.
La princesa Leonor, en la última gala de entrega de los Premios Princesa de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo. /
El principal problema al que se enfrenta Casa Real es el de la ‘celebritificación’ de Leonor, una mutación indeseable en ámbitos donde la autoridad no tenía tanto que ver con la fama como con otros factores (el talento, la innovación, el saber). En un mundo en el que
la popularidad suma más que otros talentos, la tentación de
buscar y cultivar ese tipo de relevancia espectacular es fuerte. Lo hacen, en cierta medida, las reinas consortes, con su constante recurso a la moda y su presencia diaria en los medios de comunicación. Otra cosa son los titulares de la Corona.
La papeleta es complicada para Casa Real, pues ninguna monarquía puede despreciar las oportunidades de ganar popularidad que le salgan al paso. De hecho,
la familia real británica no le hace ascos a casi nada: el rey Carlos ha salido en programas de televisión y cada una de sus salidas aparece en su cuenta de Instagram, lo mismo que los príncipes de Gales. No es lo que sucede en España, aunque Letizia sí ha dado pasos en este sentido, por ejemplo al
hacerse selfies con personajes populares de la televisión.
Tarde o temprano, Leonor tendrá perfil público en redes
En todo caso, Casa Real no atiende la demanda de que la familia real o, al menos,
Leonor tenga una cuenta oficial pública en Instagram. Quizá es algo que plantean más adelante, cuando la vida personal de la heredera no requiera una
protección extra por su juventud. Quizá es algo que consideran inconveniente en cualquier momento. Sin embargo, tampoco pueden ignorar el tirón popular de la futura reina. No pueden despreciar que la ciudadanía quiera saber más de Leonor.
En esta aparente parálisis, ya se están produciendo movimientos. Y son importantes, porque según han trascendido a algunos medios de comunicación, la iniciativa corresponde tanto a los reyes Felipe y Letizia como a la misma princesa Leonor. Este podía ser otro de los asuntos en los que la hija mayor de los monarcas puede estar
reorientando la perspectiva de sus padres.
Según ha publicado Monarquía Confidencial, Casa Real se ha decidido a abrir un canal de comunicación con la princesa Leonor, para que sus fans puedan hacerle llegar sus mensajes. No es ninguna maravilla, pues se trata del libro de visitas alojado en su perfil en el ‘website’ casareal.es, desde donde
se le pueden enviar mensajes. El compromiso pasa por hacérselos llegar, pero no se asegura contestación personalizada, lógicamente. Pueden ser cientos.
No cabe pensar que todas estas misivas lleguen a la princesa Leonor, por mucho que la heredera lo desee. Sin duda, personal de Casa Real filtrará cada mensaje, para que ninguno
pueda perturbar a la joven. Y, en todo caso, tampoco esta pequeña apertura al mundo responde exactamente a lo que se reclama o a la realidad actual. Esa en la que, más que recurrir a las palabras, buscamos imágenes para conectar e identificarnos.
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Por qué se casó Simoneta Gomez Acebo con una tiara de la reina Victoria Eugenia

Fue el 12 de septiembre, de 1990, en la catedral de Palma. La novia,
Simoneta Gómez Acebo, era hija de
doña Pilar de Borbón, duquesa de Badajoz, y él,
José Miguel Fernández Sastrón, nieto del famoso empresario Pepín Fernández, y dedicado a la música. Fue la primera boda de los Borbón desde la restauración de la monarquía y despertó una enorme expectación.
Asistió toda la familia real, incluyendo a
los reyes Juan Carlos y Sofía y a
Don Juan y Doña Mercedes, condes de Barcelona, padres del Rey. Los novios se dieron el sí quiero ante 800 invitados. El tenía 31 años, ella 22 y vestía un traje de seda blanco, de falda estrecha y larga cola, escote barco y pico en la espalda, de
Gianfranco Ferré, para Dior, y lucía una espectacular
diadema de perlas y brillantes, conocida como la «Rusa», que había pertenecido a la reina María Cristina, madre de Alfonso XIII, y que la novia pidió prestada a su abuela, María de las Mercedes. Hoy es una de las favoritas de
doña Letizia. El rey Juan Carlos la recuperó para convertirla en una joya de pasar.
La novia hizo a pie el corto recorrido que separa el palacio de la Almudaina, donde se vistió, y la catedral. Lo hizo acompañada de su padre,
Luis Gómez Acebo y Duque de Estrada, vizconde la Torre. Años después, Simoneta hablaría con gran emoción de ese momento de su vida y revelaría que fue su padre, sobre todo, quien la orientó más con el vestido de novia.
Una boda feliz y con todos los Borbones en España
Miles de personas se agolparon en los alrededores de la catedral y fueron aplaudiendo a los invitados. Entre ellos estuvieron
Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal, los duques de Alba, el empresario Plácido Arango y los banqueros Juan March y Pablo Taboada o los barones Thyssen, Tita y Heini.
Tras la ceremonia tuvo lugar una sesión de fotos en el salón gótico del palacio de La Almudaina. El banquete nupcial se celebró en uno de los salones del Palacio de Congresos del Pueblo Español, ideado por
Juan Cabrera. Las mesas estaban decoradas con velas blancas y verdes. Con el estrés del momento, Cabrera sufrió un ictus y tuvo que ser hospitalizado, pero aseguró, años después, que todo había salido a la perfección.
La pareja tuvo tres hijos: Luis Juan, Pablo y María de las Mercedes. Pero aquel matrimonio tan celebrado no duró. Desde 2009 hacían vidas separadas y se separaron definitivamente en 2012. Pero fue un acontecimiento feliz, que reunió a
todos los Borbones en suelo español, con don Juan Carlos en el trono, y suponía también recuperar joyas de la familia, como la tiara Rusa, que lució la novia. Además, Palma era el lugar de las vacaciones para los primos Borbón, empezando por
don Felipe y las Infantas Elena y Cristina, y estaba lleno de recuerdos.
Los Borbones habían tenido que casarse en el exilio, desde Roma a Estoril. Los hijos de
Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg se casaron, tras la proclamación de la República: Alfonso se casó, por primera vez, en 1933, con una joven cubana, Edelmira Sampedro Robato, en la parroquia del Sagrado Corazón de Lausana, Suiza, lo que le apartó del trono.
Jaime, sordomudo, se casó, en 1935, con Emanuela de Dampierre, hija de un noble francés; Beatriz, también lo hizo en 1935, con Alejandro de Torlonia, príncipe de Civitella Cesi, y Juan, padre de don Juan Carlos, el 12 de octubre de ese mismo año, con
María de las Mercedes de Borbón y Orléans.
María Cristina, contrajo matrimonio en 1940, con el conde Marone Cinzano, también en Roma. El infante Gonzalo, el menor de todos los hermanos, murió con solo 20 años, en 1934, por las complicaciones de un accidente de automóvil en Austria, porque era hemofílico. Por su parte
doña Pilar y doña Margarita se casaron en Estoril.
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Así ha sido el funeral de Concha Velasco: todos los familiares y amigos que han ido a darle el último adiós

El funeral de Concha Velasco ha tenido lugar en Valladolid, su tierra natal, y a él se han acercado diferentes personalidades.
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